JESUS: TESORO DE LA HUMANIDAD


I N T R O D U C C I O N

Presentarse ante Jesús de Nazaret, Maestro, Maestro Interior, Fiel Transparencia del Padre, es encontrarnos con una realidad “multi-todo”. Mires por donde la mires, te encuentras con “universos completos”, que lo abarcan todo, comunican plenitud, dan a conocer a Dios, un paso a ella, supone “nacer de nuevo”.

Su infinita riqueza no empequeñece, sino llena, contagia, a su  imagen y semejanza.

Hoy nos vamos a enfrentar con uno de los “por qué” o “para qué”. Verlo supone abrirnos a todo. Porque lo que se toque conlleva una reverberación de punto y seguido con visos de infinitud.

¿Por qué Dios empezó? A todo. Cuando Él simplemente levanta el dedo con alguna intención cualquiera, la creación entera se remueve, se empieza a abrir en su corazón. No atemoriza porque todo goza del ritmo del que “todo lo sabe” y lo “puede”.

Cuando éramos niños y nos preguntábamos el porqué de nuestra existencia, las respuestas eran preocupantes. Creaban en nosotros responsabilidad con visos, encima, de “para siempre”.

Hoy felizmente, la luz que nos acompaña nos hace entrever un corazón inmenso, que no puede, sino, expandirse con un amor inimaginado de infinitas posibilidades.


E V A N G E L I O : Jn 1, 1 – 5; Jn 9 – 13


En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.

Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron.

La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció.

Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todo los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios.


I N T E R I O R I Z A C I O N:

Dios ama nuestro mundo tal como es. Inacabado e incierto. Lleno de conflictos y contradicciones. Capaz de lo mejor y de lo peor. Busca progreso y bienestar, y genera desigualdad, hambre y miseria. Siente hambre de paz y enciende guerras crueles que destruyen países enteros. Este mundo no recorre su camino solo, perdido y desamparado. Dios lo está envolviendo con amor de Padre.

El amor de Dios al mundo se concreta en que le da a su Hijo. Este Hijo es algo único, lo más querido y valioso que Dios puede dar al mundo. Este Hijo, amado por el Padre con un amor únicos, lo quiere compartir ahora con el mundo. El mismo Juan lo explica así en sus cartas: “En esto se manifiesta entre nosotros el amor de Dios en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo”.

Dios es de todos. Jesús, el Hijo encarnado de Dios, es el gran regalo del Padre al mundo en su totalidad, no solo a los cristianos como una religión privilegiada. Por eso, cuando acogemos a Jesús como el gran regalo de Dios al mundo no hemos de hacerlo de manera egoísta o interesada, sino descubriendo en él, con emoción y gozo grande, el amor y la cercanía de Dos a todo ser humano.

Lejos de vivir condenando al mundo actual, las palabras de Jesús nos invitan a comunicar con nuestra vida el amor de Dios a todo ser humano. El amor de Dios acompaña a todos sus hijos. Dios nuestro Padre-Madre, ama a todo el género humano, no solo a la Iglesia cristiana. Dios no es propiedad de los cristianos. No ha de ser acaparado por ninguna religión.

VOLVAMOS A JESÚS

Volvamos a Jesús, su palabra es de fuego.
Volvamos a Jesús, fuente de agua viva.
Volvamos a Jesús, su Espíritu nos hace libres.
Volvamos a Jesús, él nos conduce al Padre.

Jesús, tú, el Hijo querido, eres nuestro hermano, tú vas a
nuestro lado.
Tu amor está abierto a todos y es más fuerte si somos débiles.
Tu palabra nos invita a velar por todos nuestros hermanos.

Jesús, tú, el Hijo querido, eres nuestro guía; nosotros, tus discípulos.
Tu no impones ni leyes ni obligaciones que oprimen.
Tú nos pides amar a todos como tú nos amas.

Jesús, tú, el Hijo querido, eres nuestro sol; nosotros, tus amigos.
Tu ternura nos acoge, en tu mirada solo hay compasión.
Tú nos dices que siempre a la vista está tu perdón.

Jesús, tú, el Hijo querido, eres el camino, la vida, la verdad.
Tú nos hablas del Reino, donde todos han de ser amados.
Tú impulsas a construirlo, todos juntos y sin tardar.
(Isabelle Willemot)

José Cruz Igartua