POR UNA PAZ ENRAIZADA EN EL CORAZÓN HUMANO

En su mensaje navideño, el Papa Francisco denunció la “grave enfermedad de la indiferencia” ante la situación de guerras y violenciacon las que estamos conviviendo en nuestros días. Tal como él nos recuerda, Belén es la imagen cristiana de la Paz venida del cielo. Un niño indefenso, envuelto en pañales por su madre y recostado en un pesebre, es nuestra referencia de una paz verdadera.  

Sin embargo, el valor de la paz parece que apenas tiene respaldo, mientras que los argumentos geopolíticos y militares prevalecen en el mundo. Se refuerza la polarización y la escalada militar y de armamentista, la capacidad de destrucción con nuevas y sofisticadas tecnologías, se incrementan los presupuestos de defensa, al tiempo que se contrae la ayuda al desarrollo y se pospusieron los objetivos de mejora medioambiental.

Las amenazas, incluso nucleares, se extienden y reaparecen en nuestro panorama, mientras que las personas y las sociedades, asistimos con escepticismo y un sentimiento de impotencia al dramático espectáculo, que muchos califican como el comienzo de la tercera guerra mundial.

Podemos preguntarnos sobre cuál es el papel de un cristiano a la luz de la referencia de Belén.

La paz de Jesús debe partir de nuestro corazón, que ha recibido la capacidad de querer sin condiciones y de ser reflejo de la paz del Padre. Se no nos liberamos de los apegos, no seremos suficientemente libres para vivir la paz en nuestra vida cotidiana.

Jesús dijo: “Bienaventurados los que trabajan por la paz.” Eso tiene mucho que ver con la superación de la grave enfermedad de la indiferencia mencionada por el Santo Padre Francisco. La transformación de nuestro corazón debe tener reflejo en convertirnos en instrumentos de la paz de Dios, tal como se recoge en la conocida oración de Francisco de Asís.

En nuestro tiempo, los cristianos debemos reconocer la gran energía de paz que tiene lugar en el seno de otras tradiciones religiosas y, en general, en las gentes de buena voluntad que pueblan la tierra. Tal como expresó Gandhi, “Para los no violentos, todo el mundo es sufamilia.

Las palabras del Dalai Lama son igualmente convergentes:

Hablamos mucho de la paz, pero ésta sólo puede existir cuando el ambiente es propicio. Debemos crear esta atmósfera y para hacerlo debemos adaptar la actitud correcta. La paz, básicamente, debe nacer en nosotros mismos.”

 Ser sensibles y converger con ellos es también manifestación de la paz. Para ello, deberemos saber estar en el mundo como cristianos atentos y abiertos, alimentados por el Espíritu que nos habita.

Gabriel Guzmán 21/01/2023

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