“LLEGAR A LA RAÍZ” (Principio sistémico)

Dicho así, parece claro y, posiblemente, hasta podemos estar todos de acuerdo. Para solucionar algo, nada mejor que eso: “llegar a la raíz”.

Pero tengo que confesaros que, felizmente, cuando uno se siente “tocado”, el campo de la visión se ensancha considerablemente, y, lo que antes parecía simple, resulta que se va multicoloreando. No como un rompe cabezas, sino como una rica pista desde donde puedes volar en múltiples direcciones y donde puedes aterrizar desde infinidad de orígenes.

Y eso me ocurre con este “principio”.

Ante un conflicto o problema, “llegar a la raíz” supone descubrir dónde está el origen del asunto. Si uno tiene úlcera de estómago, podemos centrarnos ahí, donde está el mal. Pero una perspectiva más amplia nos puede llevar a revisar otras causantes del mal. Puede se una mala alimentación, una vida estresada, o una dentadura deteriorada. El principio sistémico arriba señalado nos conducirá a ver cuál de esas tres posibilidades es el origen de la enfermedad. Y descubierta la causa, se acabó, en este caso, la úlcera.

Los casos en los que podemos hacer uso de este criterio sistémico, son muchísimos. Y con posibilidades de éxito.

Pero resulta que este doctor tiene un hijo, también médico, en esta ocasión, dentista. Claro, el padre deseoso de colaborar en el aumento de la clientela de su vástago, tiene una debilidad con todo lo que hace referencia a la ortodoncia. Por eso, el padre, a la hora de discernir sobre la raíz de cualquier enfermedad, puede estar condicionado  por el amor a su hijo.

Y aquí nos encontramos con la primera “verdad”: si yo estoy “condicionado”, consciente o inconscientemente, por algo, eso influirá en mí a la hora de ver las cosas. Lo cual es un obstáculo para llegar a la “verdad” del tema. Por eso,  esa frase que dice: “Nosotros, al mirar la realidad, no vemos lo que hay, sino lo que somos”. Es decir, al querer ver algo, tiene más influencia en mí lo que “siento”, que la “realidad auténtica”.

Al ser nosotros, los humanos, seres “necesitados”, tenemos la tendencia de movernos desde esas necesidades y para las mismas. Como afirma Mariá Corbí: “Ante la realidad, tenemos dos posibles dimensiones: la “relativa” (dependiendo de lo que deseamos), y la “absoluta” (cuando la realidad nos sorprende desde lo que verdaderamente es)”. En este último caso (el absoluto), yo no busco ni deseo nada. Me encuentro repentina e inesperadamente con la “realidad de la realidad”.

Ante, por ejemplo, el tema de las vacunas, se reconoce que los gestores de las mismas se han enfrentado a ellas desde intereses políticos y económicos. Altamente condicionados. Su inspiración, a la hora de solucionar la pandemia, han sido sus deseos. Su enriquecimiento.

Desde la perspectiva del Camino Interior, la “raíz” no es tanto la causa de algo, el origen, sino el “faro” que nos inspira en qué dirección hemos de caminar. Evidentemente, para eso, la “luz” tiene que ser limpia, incontaminada. Libre de todo deseo. Porque sólo así, las sugerencias que de ella puedan emanar, serán transparentes, fieles reflejos de la misma.

Desde nuestra pandemia, hemos escuchado sugerencias, pistas, anhelos que, ciertamente, son reflejo de esa “Raíz de Fondo”. Se ha dicho, por ejemplo, que hemos de formular caminos de “salida” nuevos. “Nuevos” significa que no existían antes. Aquello, desde lo que estamos viendo, no tiene sentido.

El sistema económico, hasta ahora reinante, nos conduce a la muerte.

Hay que hacer planteamientos solidarios, globales, que beneficien a todos.

Hay que superar todo lo que huela a “nación”, “comunidad”, “continente”,  particularismo, etc…

Conclusión:

Partimos de la siguiente visión de todo: “en todo cuanto existe, descubrimos dos dimensiones: “fondo” y “forma”. El “Fondo” es la raíz de todo. Llegar ahí supone descubrir que “somos fondo”, que no “somos” nada de todo lo demás. El “Fondo” será nuestro “Camino, Verdad y Vida”. El sentido de nuestra vida será hacer real todo aquello que, de una u otra manera, transparente al Fondo.

La “forma” es el vestido del Fondo. De tal Fondo, tal forma. Si es así, por qué no pensar que la forma está llamada a ser también nuestro “camino, verdad y vida”.

José Cruz Igartua

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *