JESÚS, MAESTRO INTERIOR: TRANSFORMACIÓN GARANTIZADA

Quienes seguís la trayectoria de nuestra página, recordaréis que hace unos meses, en el apartado de artículos, comenzamos un “segundo paso”. En él hemos querido ayudar, para ver más claro, que el proceso transformador del Camino está asegurado por muchos motivos. Solamente, hemos querido señalar unos cuantos.

La presencia del Maestro Interior en cada uno, es una razón más para confiar que, efectivamente, la transformación del caminante está asegurada.

La primera noticia de este “Maestro” la tuve en un libro de Karlfried Graf Dürkheim, publicado hace años, con ese título: “El maestro interior”.

Es ahora, sobre todo, cuando veo que la presencia del mismo, en cada uno,  puede ser considerado como un elemento más que nos afianza en la efectividad hacia la madurez.

Yo soy cristiano y veo en el Jesús del Evangelio al maestro por el que me he definido.

Estoy convencido de que el Jesús histórico es quien me acompaña en mi itinerario interno. Lo que él fue hace dos mil y algo años, lo es ahora dentro de mí.

Para ofrecer una primera pincelada de quien es, realmente, transparencia perfecta del Trascendente, comento su “maestría” en un texto evangélico: Mt 14,24-33.

“Entre tanto, la barca ya estaba muy lejos de tierra y las olas la azotaban con violencia, pues el viento les era contrario. En las últimas horas de la noche, Jesús se dirigió a ellos andando sobre el lago. Cuando los discípulos lo vieron caminar sobre el lago, se asustaron creyendo que era un fantasma y llenos de miedo se pusieron a gritar. Pero enseguida Jesús se dirigió a ellos diciendo:

  • Tranquilizaos, soy yo. No tengáis miedo.

Pedro contestó:

  • Señor, si eres tú, manda que yo vaya hasta ti caminando sobre el agua.

Jesús le dijo:

  • Ven.

Pedro saltó de la barca y echó a andar sobre el agua para ir hacia Jesús. Pero al sentir la violencia del viento, se asustó, y, como vio que comenzaba a hundirse, gritó:

  • ¡Señor, sálvame!

Jesús tendiéndole enseguida la mano, lo sujetó y le dijo:

  • ¡Qué débil es tu fe! ¿Por qué has dudado?

Luego subieron a la barca y el viento cesó. Y los que estaban a bordo se postraron ante Jesús, exclamando:

  • ¡Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios!

Nos encontramos en este pasaje  con DOS AMBIENTES:

  1. El de Jesús: atendiendo a la gente, orando a solas. En tierra, (terreno sólido),  es decir, Jesús está asentado en sí mismo, en su misión, en sus convencimientos. Tiene densidad propia.
  2. El de los discípulos: lejos del Maestro, por su cuenta. En un ambiente adverso. Es de “noche”. Tienen miedo y van contracorriente. Se sienten en peligro por todo lo que les rodea.

DOS ACTITUDES:

JESÚS: va hacia los discípulos. (“Si a un pastor que tiene cien ovejas, se le pierde una, deja las 99 en el aprisco y va a buscar la oveja perdida”. Ésta tiene prioridad en su corazón).

               Se junta a ellos y va en su misma dirección. No ordena que cambien de idea. Ellos tienen que descubrir lo que les está pasando, tienen que aprender y decidir.

               Jesús se sitúa en la misma “realidad” que ellos: en el agua (no va en barca), y el viento también le afecta. Pero no tiene miedo. En su interior anida una profunda seguridad.

               Jesús, en su actitud, transparenta al Padre (“el Padre y yo somos uno”. “Quien me conoce a mí, conoce al Padre”).

               Jesús, el Maestro, es un ejemplo de cómo hay que situarse en la vida: con un convencimiento personal. No sintiéndote amedrentado por lo que está ocurriendo fuera. En cualquier momento: en los fáciles y en los difíciles. El “peso” de la confianza tiene que pesar más que el miedo, en los discípulos. Y para que vean que es así, Jesús les reprocha su escasa densidad.

LOS DISCÍPULOS: desean conseguir lo que pretendían: ir a la otra orilla. A lo suyo.

                Con la mentalidad de siempre: lo que importa en la vida es la fuerza y el poder externos.

                 En Pedro: la “fuerza” de Jesús pesa menos dentro de él, que la fuerza del viento. Le entra el nerviosismo y empieza a hundirse. Grita. Y Jesús le da la mano. Le ayuda manteniéndole a flote. Y desde ahora, Jesús tiene que mantenerse a salvo con dos: él y Pedro.

                  Todos ya en la barca, la “cosa” se amaina. No tanto porque el viento se suaviza, o porque las olas se tranquilizan, sino porque la presencia del Maestro en medio de ellos, les da seguridad. Jesús no sólo habla con autoridad. Su solo “estar” contagia confianza.

 LECCIONES DEL MAESTRO:

Jesús, a través de este pasaje evangélico nos dice:

. Nunca os abandonaré. Iré a donde vosotros vais y como vosotros vais. Sin ninguna ventaja ni rebaja. Pasaré lo bueno y lo malo que vosotros paséis.

. Os he dado ejemplo: para que comprendáis hasta dónde podéis llegar. Porque todo está en vosotros, lo mismo que está en mí. Y ya lo habéis visto.

. Lo importante es la vida y saber responder ante ella adecuadamente.

. Nunca estaréis solos: el Padre os enviará mi Espíritu. Él será quien os guíe. Y los tres habitaremos en vuestro corazón.

. Ayudaos los unos a los otros, como yo os he ayudado.

José Cruz Igartua

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