TEXTO DEL EVANGELIO: Lc 6, 39-45
MONICIÓN DE ENTRADA
Todos estamos “tocados” por la guerra de Ucrania. Todo el mundo la tenemos como preocupación importante.
También nuestra diócesis de Madrid desea unirse a esta universal red de oración por la paz.
Tenemos que reconocer que este acontecimiento ha encendido en nosotros unos sentimientos. También sentimientos de incomprensión, de violencia, de inadmisión, etc…
La misión de la eucaristía de hoy es la de centrarnos en todo lo que lleva consigo el estar en una mesa común, a la que estamos invitados todos, abiertos al mensaje del corazón de Dios, y disponibles para que nuestra actitud sea, cada vez más, la de ofrecer al mundo el “pan de la vida”.
Queremos deciros desde el principio, que habrá pensamientos que nos choquen, con algunos estaremos de acuerdo, otros nos costará aceptarlos. Os aseguramos que lo que aquí digamos quiere sintonizar con la voluntad de Jesús.
Hace unos años, apareció un artículo que llevaba como título: “La Eucaristía para los corazones rotos”. El mensaje fundamental era que esta comida no es sólo para los buenos, sino también para los que no lo son o somos. ¿Con quiénes celebró Jesús la última cena? Con los discípulos, aquellos que le iban a abandonar. Con Judas, que le iba a entregar. En aquel momento, en el corazón de Jesús había un deseo: despedirse, dejarnos su “recuerdo”, y expresar, sobre todo, lo mucho que nos seguía queriendo a pesar de todo.
Orar por la paz es tener en cuenta lo que estamos diciendo y caminar en esa dirección.
HOMILÍA:
Jesús, para transmitirnos algunos sabios consejos, lo hace con momentos que reflejan nuestra vida de relación:
. un ciego, guía a otro ciego;
. un discípulo quiere imitar, incluso ser más que su maestro;
. un hombre con un ojo empolvado, y otro con el ojo machacado.
Y, como conclusión nos añade: “POR SUS FRUTOS LOS CONOCERÉIS”. Ya sabemos a dónde hay que mirar, para saber cómo vamos.
La vida del ser humano, como la vida de Dios es RELACIÓN: Tres, son uno; nosotros, multitud, somos unidad. “Que todos sean uno, como tú y yo”, pedía Jesús al Padre.
En estos días, en nuestro interior va creciendo la sensación de quiénes somos los buenos y quién es el malo. Produciendo sentimientos de desavenencia. Es normal. Pero, en esta celebración, haciendo justicia al Maestro Jesús, nos hará bien atender a su ejemplo.
Jesús, clavado en la cruz, en medio de una situación exageradamente injusta y cruel pidió al Padre: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen”. Jesús, pide esto, porque percibe al ser humano, a los que colaboran en todo el montaje, a los que le han entregado, como “creados a imagen y semejanza de Dios”.
Y lo normal es que actuemos desde ahí, desde eso que somos. Y si no lo hacemos, es porque se nos ha olvidado quiénes somos. Somos, de hecho unos desconocidos para nosotros mismos. No sabemos lo que estamos haciendo. Tampoco en Ucrania. Estamos cegados por nuestros intereses.
Zaqueo, un inspector de Hacienda, enriquecido abundantemente por sus jugadas sucias, tiene curiosidad por ver a Jesús. Sube a un árbol para que le sea más fácil. Cuando Jesús pasa por allí, le mira, y le dice: “Zaqueo, baja, que quiero hospedarme en tu casa”.
Seguro que si hoy pasara Jesús al lado de Putin, también le diría: “quiero hospedarme en tu casa”. “Tengo algo que transmitirte. Que te quiero. Porque tú no eres lo que estás haciendo”.
Las vibraciones que nacen del corazón del Maestro, van despertando las entrañas del corazón de Putin. Entrañas entaponadas por lo más vil. Lo mismo que en Zaqueo, también aquí, nuestro hermano podría captar la diferencia de sabor entre lo que surge de su avaricia, y la bondad que comienza a manar en su corazón humano. Y ahora sí, con la mirada limpia, comprendería el horror que ha ido creando. Y, como en el caso de Zaqueo, también él desearía devolver con creces la dignidad y el respeto que les ha usurpado.
Creemos que esto puede resultar difícil. Pero, por ahí iría el consejo de Jesús.
Orar hoy por la paz, en el seguimiento de Jesús, supondría, por una parte: desear la curación de este hombre: que vea. Orar por él. Y, también, colaborar para que las víctimas, los destrozos, la destrucción se aminoren cuanto antes y se restablezca un ambiente más solidario y justo.
José Cruz Igartua