DAR A LUZ O FACILITAR EL NACIMIENTO

Puede ser bueno, al principio, recordar que estamos en lo que nosotros llamamos “segundo paso”. El artículo anterior fue el primero de esta serie. En esta segunda sección queremos ver más claro que, efectivamente, el Camino Interior tiene visos notables de eficacia. Para eso, entramos en su interior a fin de señalar algunas de las entretelas que ahí, dentro, se dan y funcionan.

Una cosa es “dar a luz”. En este acontecimiento es la madre la protagonista principal. Es ella la que da a luz. Gracias a ella surge una nueva criatura.

Otra cosa es “facilitar el nacimiento”. Tú no eres el actor principal. Ayudas para que, quien sea, lleve a cabo su misión. El nacimiento no es obra tuya. Es la madre quien da a luz. Tú colaboras para que eso sea así.

Son muchos los motivos que nos inducen a buscar el protagonismo en nuestras vidas. Es verdad que tenemos motivos más que suficientes para ello. Simplemente, el considerar a dónde hemos llegado, todas las conquistas ganadas gracias a nuestro ingenio, y más, hacen que, sin darnos cuenta, nos hayamos galardonado con unos triunfos obra de nuestras capacidades. Tanto es así que nos consideramos los reyes de la creación.

Este es nuestro “natural”. Y cuando nos lanzamos a la aventura del Camino Interior, lo hacemos desde el “suma y sigue” de nuestras conquistas. Pero, la realidad de nuestro itinerario interior nos ayuda a caer en la cuenta (que es la caída más grande) de que es Otro el que nos conduce, nos ilumina, nos enseña y nos transforma.

Qué sabremos de nuestro mundo interior. Simplemente, lo que hemos oído hablar de él.  Pero muy poco más. O nada más. Y que conste que es muy difícil pensar que el proceso interno se asemeja a algo automático, que, quieras o no, funciona porque está programado para ello. Y más todavía, el verificar que cada “camino” es diferente, que los ritmos de los mismos son distintos, nos hacen pensar que, como decía Ortega y Gasset, “yo soy yo y mis circunstancias”.

Lo cierto es que, cuando uno se lanza a la aventura del Camino, no sabe apenas nada de él. Lo vamos conociendo, en la medida en que vamos avanzando. Y desconocemos lo que va a venir o todo lo que nos queda por ver.

Sin embargo, nos sentimos, de alguna manera, llevados. Por aquí, por allá. De esta manera o de la otra. Notamos una invitación a “probar de nuevo”, a “continuar”.

Todo esto es impensable sin la presencia en nosotros de Algo o de Alguien también. Desde nuestra concepción de las cosas, el Fondo que es en nuestra forma humana, es una realidad viva, dinámica, orientada que crece por su propio dinamismo, que “sufre” los obstáculos con los que se encuentra en nuestra trayectoria, que se ve condicionada por los límites de nuestra realidad personal, que aporta el incremento que nos hace “crecer”.

Ése o eso no es un añadido. ES en nosotros, aportando la posibilidad de un no-dos: Fondo-Forma. Esta Realidad compleja, se transparenta como algo “natural”. Lo divino es en lo humano. Lo humano transparenta lo divino. Todo constituyendo una “unidad”, una realidad no-dual.

Este combinado (por hablar de alguna forma) es, lo que nosotros decimos, natural. Y para saber de lo nuestro, es imprescindible observar lo “natural”.

Podemos partir, en ese desvelamiento, de la corriente pretensión de pensar que, en la vida, somos nosotros “los que sacamos lo que queremos sacar”. Nos apoyamos en toda nuestra “dignidad” para asumirlo así. Nada más equivocado. En realidad, de la buena, nosotros “sacamos lo que hay”. Por qué nos olvidamos tan fácilmente de que “de donde no hay no se puede sacar”. Podemos pensar que TODO CUANTO HAY en todas las realidades y dimensiones, no es algo vacío que nosotros lo vamos llenando de contenido, de sentido, de orientación, etc… Creo que podemos afirmar que en TODO existe la “plenitud”. Antes de que nosotros queramos aflorar algo, resulta que “ya lo está”. Me viene a la cabeza la enorme pieza de mármol de la que Miguel Angel sacó la admirable figura de Moisés. Esa imagen no la creó el “autor”. Estaba ya en la roca. Y la roca albergaba infinidad de otras posibles imágenes. Lo que Miguel Angel hizo fue posibilitar la transparencia de una de ellas. Y si a alguno se le ocurre alguna otra explicación, bienvenida sea. Será una señal más, digo yo, de que es verdad que “lo que sea”, está ya. Y otras muchas posibilidades más.

Entrar en esta “metafísica” es, sin género de duda, un prestarse a la propia transformación. Donde antes pensaba que “soy yo”, resulta que “ES ÉL”. Creía que yo era el artífice de algo, y resulta (hablando en nuestro estilo) que  ya estaba TODO como posibilidad.

¿Pensamos que nosotros somos los que tenemos la inspiración? O es “LO QUE HAY” lo que nos inspira. Posiblemente, tenemos que admitir que nosotros, a lo más, somos “testigos” de lo que ya ES, y, simplemente, posibilitamos su transparencia.

Hace unos cuantos meses, dos compañeros de meditación, ambos artistas plásticos, comentaban que, en el proceso de crear un cuadro, hay que estar despiertos para no caer en la tentación de dejarse llevar por el ego. Porque eso sería no ser fiel a la inspiración que “me viene”.

Antes de terminar, no puedo por menos que decir, “me postro ante LO QUE ES antes que yo”.

Seguiremos gozando. Hasta la próxima.

José Cruz Igartua

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